Felipe Vte. Garín Llombart
Catedrático de Historia del Arte
Director Honorario del Museo del Prado
PRÓLOGO
Me pide Ana Mayol, con la timidez que le caracteriza, un
pequeño texto de apoyo, con motivo de la publicación de un libro sobre su obra.
No puedo negarme, ni por la manera de solicitarlo ni por el hecho de haber
sido, hace ya años, alumna en las viejas aulas de la Escuela de Bellas Artes en
el antiguo convento del Carmen.
Su vida, como la de tantos artistas, ha tenido diversos
avatares, entre los que su amor a los animales no es el menor, y ha sabido
compaginar sus trabajos artísticos con los docentes y con los del diseño
gráfico.
Ahora retorna, con ilusión renovada, a la pintura, la
esencia de su propia profesión, aunque a veces la haya dejado en un lugar menos
esencial. En esa vuelta, Ana Mayol estoy seguro de que reinterpreta los rasgos
esenciales que caracterizan su pintura, como su mundo personalísimo, su
rigurosa adaptación a la superficie de representación, su dilema básico entre
la vida y la muerte…
Sus acuarelas, sus óleos ligeros de materia, son una delicia
estética, recordando, a veces, las
composiciones japonesas, con sus trazos sugerentes y delicados, que insinúan
más que muestran.
Mención especial merecen sus retratos, tan alejados de los
acabados excesivos y cuyos rasgos someros parecen acentuar la esencia del
personaje recogido.
Buena conocedora del oficio, aprendido e impulsado por su
padre, también pintor, sabe que la música es también una de las artes mayores,
y tan próxima a las plásticas que no ha dudado en adentrarse en ella con su
curiosidad inagotable.
Mi enhorabuena más sincera, le incito a que siga pintando
con la misma sensibilidad de siempre.
Rafael Prats Rivelles
Escritor y Crítico de Arte.
Director de la Revista Tendencias en las Artes y el Diseño.
EL EFECTO SORPRESA EN LA PINTURA DE ANA MAYOL
En una entrevista publicada el pasado mes de junio, le preguntaron a Ana María Matute: «Escribe para encontrarse a sí misma. ¿Cómo va la búsqueda?» y la ilustre escritora respondía así: «Ya me encontré hace tiempo€ pero me rechacé y me volví a encontrar. Me he encontrado y reencontrado muchas veces, pero siempre queda un rinconcito€ Queda como un ansia, porque el ser humano siempre persigue algo que no sabe lo que es€ y eso ayuda a vivir».
La frase me gustó y me la guardé para mejor ocasión. Ahora ha llegado el momento y la he colocado al frente de un texto que me ha sugerido la pintura de Ana Mayol, y que aparece en el libro-catálogo que el Ayuntamiento de Burjassot, su localidad natal, ha editado con motivo de su exposición En Quadro. El volumen cuenta con otro título curioso: Pinto y punto.
La muestra, que puede visitarse hasta el próximo día 30, se halla instalada en la Casa Municipal de la Cultura que, ahora tiene otra denominación, pero que fue inaugurada hace 21 años precisamente con otra individual de Ana, a cuya inauguración también asistí.
Siguiendo con el texto, os diré que lo he titulado El efecto sorpresa infinita, recordando otra frase de las que dejan huella. Se trata de una reflexión del escritor Enrique Vila-Matas, tomada de su libro "París no se acaba nunca" (Editorial Anagrama, Barcelona, 2003, página 160). Dice así: «Cuando me preguntan si los textos los tengo organizados en la cabeza antes de escribirlos o bien se desarrollan sorprendiéndome a mí mismo a medida que avanzan, siempre contesto que en la redacción siempre se producen sorpresas infinitas. Y es que por suerte es así, porque la sorpresa, el sesgo repentino, la frase que se presenta en el momento preciso sin que se sepa de dónde viene, son el dividendo inesperado, el fantástico empujoncito que mantiene vivo a un escritor».
El paralelismo entre las diversas expresiones artística resulta frecuente. Gillo Dorfles, cuando analiza determinadas estéticas contemporáneas, no se ciñe a la pintura, la escultura, el dibujo, el grabado, etcétera, sino que ampliaba la relación al diseño, a la danza, a la poesía. Y es que, a la postre, son ramas del mismo tronco, el tronco de la creatividad. Ni que decir tiene que la confesión de Vila-Matas a propósito de su escritura se puede aplicar, en buena medida, al trabajo pictórico de Ana, a quien me figuro pintando en su estudio, aceptando ese «fantástico empujoncito», beneficiándose del efecto sorpresa infinita que una abstracción bien entendida puede proporcionar al artista.
En estos días, en que todo cuanto nos rodea parece ideado para que salgamos de nosotros mismos, un recorrido por la singular pintura de Ana nos puede propiciar una vuelta hacia nuestro interior y conducir a la reflexión de que lo superfluo no nos lleva a ninguna parte.
Francisco Agramunt Lacruz
Doctor en Ciencias de la Información y Doctor en Bellas Artes por la U.P.V..
Académico de Bellas Artes de San Carlos de Valencia .
Miembro de la Asociación Valenciana de Críticos de Arte (AVCA), de la Española (AECA) e Internacional (AICA).
Miembro de la Asociación Valenciana de Críticos Literarios.
DICCIONARIO DE ARTISTAS VALENCIANOS DEL SIGLO XX (1999)
El mundo pictórico de Ana Mayol es original y propio, no existen influencias, ni contaminaciones, ni concesiones, ni modas, por cuanto supone un reflejo intimista de su propia personalidad. Su pintura, de carácter personal y experimental, ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, pasando por distintas etapas. En la década de los 80 desarrolló una pintura de corte expresionista en la que los seres y los objetos se reconocían a pesar de la deformación. La atraían los bodegones, las figuras y los paisajes, temas que, a pesar de su contenido expresivista, estaban sumergidos en una cromática musicalidad, en una armonía que sostenía con disciplina en cada cuadro y cambiaba bruscamente de sentido en el rectángulo siguiente.
En la década de los 90 se sumergió enteramente en la abstracción gestual, caracterizándose su obra por su extraordinaria economía de medios que utilizaba y su profundo sentido musical, al extremo de titular algunas de sus composiciones con los nombres de grandes compositores. La base formal de esta pintora de carácter "polifónico" se halla contenida en establecer relaciones entre líneas y manchas con el propio cromatismo.
Hay obra suya en el Museo de Albacete y en numerosas colecciones privadas.
Marina Pastor
Directora del
Departamento de Escultura de la
Facultad de BBAA de la UPV
PINTURA VITAL
Es difícil
encontrar una palabra que pueda caracterizar toda una trayectoria pictórica,
como la que se muestra en esta exposición realizada por Ana Mayol, más difícil
aún si tenemos en cuenta que la misma no se presenta como algo cerrado,
finalizado o acabado, como la clausura de una etapa o algo similar, sino que
fuga hacia un porvenir aún imprevisible en la medida en que sus trabajos son
cambiantes, móviles y que ella misma es una pintora incansable. Quizás, si
tuviera que elegir un término éste sería el vitalismo, porque en estas obras la
realidad es entendida como proceso, y la vida como la realidad radical.
Usando la idea de
vivencia, la intuición que simpatiza con lo que quiere conocer, más que un
razonamiento afinado sobre las cosas, teniendo experiencias vitales con ellas o
de ellas, los trabajos de Ana Mayol afirman sin condiciones la vida y el
devenir, una fuerza vital irreductible a cualquier proceso físico químico, un
tiempo que traza líneas que dibujan un territorio que nos permite considerar la
vida como globalidad. No obstante, todas estas obras tienen en cuenta un tiempo
basado en la fragilidad, en lo efímero, en el que se trata de capturar eso que
se va, no para encerrarlo en un marco, sino para hacerlo más evanescente y
reflexivo. En este sentido, los cuadros que nos presenta son como ventanas
abiertas de par en par para que ente por ellas la vida, hecha música, hecha
expresión, hecha color, hecha subjetividad, porque la vida es multiplicidad y
creación, devenir e historia, pero no una historia hilada, sino abierta a lo
imprevisible, al instante a lo fugitivo y a lo circunstancial.
Diferentes
historias entramadas, diferentes etapas, desde una más expresionista, pasando
por el apoyo en la música y en sus caracteres más exteriorizantes, a bodegones,
retratos o la aplicación de técnicas procedentes del diseño en sus
composiciones, y, en todos los casos un movimiento de lo singular a lo universal
que algunos, aquellos no atentos a las distinciones analíticas, sino a un
pensamiento lateral, más conformado por las analogías, las disparidades y
desemejanzas, a todo lo exclusivo y singular, serán capaces de desvelar mucho
más allá de los anacronismos, las corrientes pictóricas o los rasgos a los que
están atentos los pensamientos clasificatorios. Quizás por ello su pintura es
armónica, pero se encuentra totalmente desapegada de la medida, es decir, posee
un profundo sentido musical, en ocasiones de hecho se deja llevar por los
sonidos durante el desarrollo del propio proceso pictórico y creativo, y con
ello logra obtener una profunda implicación del tiempo, un tiempo que no está
pautado por ningún compás, sino por un “dejarse llevar”, por el ritmo de la
armonía desde la que establecer determinadas relaciones con la sustancia
pictórica.
Encontramos así
aquí también la historia de esas relaciones y de las composiciones que pueden
establecer las mismas.
Los cuadros poseen
vitalidad interior, la de la memoria que funciona a destellos, con sus propias
líneas de fuga, pero una memoria que también es creativa en la medida en que
interpreta desde el futuro, desde el punto de llegada, de manera casi
inevitable, y es que los trabajos están contagiados del dinamismo y la
vivacidad de ese amor a la vida, tragicómico y sereno, que se encuentra en todo
lo existente.
En medio de muchos
de los rasgos expresionistas, el universo es recuperable a pesar de la
deformación impuesta por la subjetividad, una deformación y una abstracción que
marcan una reproducción de la historia personal, pero también de la historia de
la pintura. Quizás por ello estas obras no se encuentren sometidas a modas ni a
condicionamientos, sino que responden a una elección, que por otra parte no es
arbitraria, de tamaños y colores, desde los que seguir el rastro de esa
historia que se traza desde el futuro hacia el pasado, un futuro dotado de
realismo, pero también de optimismo. De este modo, las obras de Ana Mayol
siempre recuerdan la resistencia de lo imaginario, a pesar de los nuevos modos
de persistencia de la representación, y cada estilo no es sino una prevención
contra la simplificación, una manera de bascular entre la imaginación el
realismo y la ilusión.
Un hecho destacado
que se encuentra en todos sus trabajos es la economía de medios en esas
composiciones bien asentadas y fijadas, pero al mismo tiempo móviles y fugaces,
puesto que esa es la materia de la que está hecha todo lo vital, y en el fondo,
Ana Mayol está trazando un camino de reflexión, de vuelta a sí misma mientras
pinta, pero en un movimiento en el que es arrastrado todo lo que se ha ido
encontrando en el camino y que no es un lastre que deba ser soltado a causa de
cualquier clase de desfondamiento, sino algo susceptible de ser compartido.
Para evocar una sensación, los materiales cromáticos dan a las obras un mayor
grado de síntesis y libertad. Se trata de extraer una especie de caos y
abstraerlo para transformar estéticamente el mundo, para mostrar un principio
vital, quizás por eso los trabajos están construidos con pinceladas anchas y
firmes, pero también sutiles, cargados de intensidad y emoción, como buscando
la simplicidad del espacio interior del cuadro a través de la línea y el
dinamismo cromáticos.
Así, la obra de Ana
Mayol se conforma como una obra intuitiva, intimista, pero solo relativamente,
porque nos remite a ese intimismo del que se sabe su propia historia y sólo nos
desvela partes que un supuesto narrador externo puede o no conectar, por eso
estos trabajos son como un disparadero de historias, como un organismo cada una
de cuyas partes puede funcionar de manera autónoma, pero también puede
construirse como tal.
La historia de cada
uno siempre es pequeña mirada con los ojos de la vida, es ese tiempo que se
mueve (porque, como registra la propia autora “el tiempo nunca permanece”)
entre el nacimiento y la muerte, lleno de acontecimientos tan triviales como
importantes, en el que un instante puede resolver todo un cúmulo de
acontecimientos, desenredar o enredar una trama, resolverla o hacerla compleja.
Es así como en estos trabajos el tiempo se hace elástico y se transforma, como
lo hace la pintura en el bastidor, se desgaja a la velocidad de la vida
cotidiana. El ritmo de la música que es el soporte de algunos de sus trabajos,
es como una atmósfera que inunda el espacio e invade las horas del taller. El
tiempo pasa volando. Aunque se quiera, y se necesite saber más, también el
trabajo despierta, por este mismo motivo, el interés y la curiosidad que al
final de recorrido parece hallar una especie de explicación. Todo el tiempo nos
relacionamos con el mundo a través de nuestros sentidos sin que esto signifique
ninguna clase de desarticulación. La capacidad de afectar y ser afectado, de
encontrarse con los otros, todos los sismos y conmociones vividos, una
multiplicidad de intensidades que se recorren con cada obra. Se trata de
liberar la vida allí donde está cautiva a través de la pintura, como sucede en
los retratos, donde el otro, sea animal o humano, porque en el fondo todo se
resuelve en un universo de encuentros y desencuentros, en una mirada que no es
analítica sobre el mundo que pudiera desmenuzar el tiempo, parece haberse
podido mostrar libre, y haberse capturado su peculiaridad, eso que le hace ser
él, o ella, con unos pocos trazos magistralmente dispuestos. Así el cromatismo
funciona aquí como habitante y atracción visual de las retinas. Aúna la
improvisación y la obra impecablemente realizada. Es por ello que Ana Mayol no
busca describir, sino construir el paradigma simbólico, la alegoría de una
percepción más allá de los sentidos. Lo que importa no es la exactitud sino la
capacidad de evocación, consiguiendo una creación lírica en la que la impresión
cromática domina bajo el auspicio de la luz. Su discurso pictórico es así
sensual, su materia es evidente en el sentido de la preponderancia de lo
insinuado, del misterio que planea en las composiciones que se expresan de
forma solapada pero real.
Cada pintura supone
alguna forma de documentación recogida no para ser clasificada, sino revivida,
y es en este punto donde encontramos un quiasmo entre el vitalismo y la
memoria. La memoria se basa en tres conceptos: tiempo, experiencia y contexto.
Los tres sugieren la historia, tamizada por los acontecimientos personales, ya
que la memoria elige de manera más afectiva que arbitraria la información que
entra en el universo de lo cotidiano. Es este último, pequeño, el que recogen
los trabajos de Ana Mayol. Todo lo sutil contenido en una mirada, un gesto, los
objetos, las atmósferas que nos hacen evocar y que se manifiestan en las
íntimas contraposiciones de cada objeto estético, ya que recoge pasado y
presente en el mismo instante, construyendo una especie de realidad más allá
del tiempo mismo, como la memoria involuntaria de un siniestro índice que de
todo lo que parecía olvidado, pero que también está presente porque la memoria
está formada por la capacidad de modelarse con la imaginación de quien la
activa, es selectiva, porque la relación entre la memoria y la pintura es aquí
fluida, ya que cualquier diálogo con la memoria tiene, casi siempre, algo
inédito, evocado a través de efectos de trasparencia, texturas, huellas y
pinceladas.
Con todo, las obras
no buscan describir, sino construir el paradigma simbólico, la alegoría de una
percepción más allá de los sentidos. Lo que importa no es la exactitud sino la
capacidad de evocación, consiguiendo una creación lírica en la que la impresión
cromática domina bajo el auspicio de la luz. Su discurso pictórico es así
sensual, su materia es evidente en el sentido de la preponderancia de lo
insinuado, del misterio que planea en las composiciones que se expresan de
forma solapada pero real, y es que para Ana Mayol la propia vida no está exenta
de enigmas, a pesar de los cuales pensar, pintar, vivir, consisten en una
comprensión del mundo, en el mundo y sobre el mundo, como si toda la vida
pudiera hallarse contenida en un simple grano de arena, ese que no sabe que se
encuentra en un reloj, porque somos solo un segundo en la vida del universo.
Por dicha comprensión existe una racionalización compositiva, un orden
cromático que no pierde la pasión sentimental que nos mueve hacia los seres y
las cosas, que nos hace capaces de abstraerlas y reconocerlas porque las
conocemos.
Esos enigmas son también
los del futuro, ese en el que se resolverán los trabajos aún por venir de Ana
Mayol, esos que se coagulan en la propia pintura, esos que responderán de nuevo
a otra decisión, porque como ella misma considera “Mi
pintura es vital, soy yo. En mis cuadros no está todo
resuelto. En la vida tampoco. Hay grandes decisiones, momentos trascendentales, y
también temores, luchas, intimismos, extroversiones, alegría de sentirse vivo y
ese punto de
amenaza trágica”.
Rafa Marí
Escritor y Crítico de Arte.
DELICATESSEN ANA MAYOL
«Ganar delicadeza sin perder fuerza, ése es el problema». Raymond Thornton Chandler.
La pintora Ana Mayol ha titulado con un rico juego de palabras su última exposición, 'Vine y/i vi'. Valenciano y castellano, referencias al vino, al 'venir', a la mirada. La muestra, en 'Punt de Gust' (calle Navarra, 16, Burjassot), puede visitarse de lunes a viernes (mañana y tarde) y sábados por la mañana.
La obra de Mayol es cada vez más estilizada, busca la levedad y la delicadeza sin perder por ello, antes al contrario, la intensidad expresiva. Sus retratos, paisajes, bodegones te transportan al microcosmos interior de la artista: todos estos acrílicos y acuarelas son una indagación de la pintora en su propia biografía emocional, a modo de pasajes del alma.
Ana Mayol
Pintora
Profesora de Bellas Artes por la Escuela Superior de BBAA de Valencia
TEXTO QUE ACOMPAÑA Y COMPLEMENTA UNA OBRA COMPUESTA POR CINCO RETRATOS/ACTITUDES DE UNA MIJER EN DIFERENTES EPOCAS DE SU VIDA
… poco después de nacer ya dio muestras de viveza, expresividad, intuición.
Eran indicios de lo que pronto definiría su carácter: temperamento enérgico, hipersensibilidad y una gran inteligencia.
Sabemos, actualmente, que esas cualidades requieren una forma de educar que permita su adecuado desarrollo y un grado de libertad que no frene o impida el crecimiento intelectual. Actualmente lo sabemos, sí, pero ella se adelantó a su tiempo naciendo a principios del siglo XX, cuando las niñas eran -generalmente- educadas de forma estricta, coactiva, gregaria, gris… porque, a fin de cuentas, lo que se pretendía mediante esa educación era obtener futuras mujeres sumisas, obedientes, abnegadas, sufridas, discretas, puritanas, hogareñas, hacendosas… cultas y distinguidas -en el mejor de los casos- y temerosas de Dios, de sus padres, de sus maridos… si llegaban al matrimonio. En aquellos esquemas educativos no eran aceptadas cualidades diferentes a las citadas.
Ciertamente una niña sensible y de corta edad, es fácil de atemorizar, de impresionar. Y, si el proceso es dilatado, se consigue moldear su conciencia, inhibir, deformar la personalidad.
No consiguieron anular tan fuerte personalidad… la inteligencia y el vigor no son fáciles de eliminar, así que la creatividad inherente a sus cualidades persistió; pero sus reacciones dejaron de ser espontáneas y propias. Su imaginación pasó a ser un elemento enemigo dispuesto a conducirla hacia pensamientos negativos, al sufrimiento con motivo o sin él, al pesimismo y a temer siempre circunstancias nefastas.
Su biografía es casi anónima, aunque fue conocida, reconocida, estimada y valorada, personal y profesionalmente, en su ciudad, en su entorno y en su familia; pero tampoco de eso pudo disfrutar, debatiéndose constantemente su ego natural con el ego impuesto.
También sufrió porque percibía, por encima de la realidad cotidiana, hasta dónde habría sabido y podido volar si no hubieran cortado sus alas, si no hubieran coaccionado su natural forma de ser, si no hubiera recibido una formación totalmente contraindicada, si no hubieran debilitado aquellas grandes cualidades con las que había nacido.
Y… ¿de qué forma expresar cuánto más ensombreció su carácter la guerra civil?
Así vivió, desde niña.
Y así murió.
Es esta la biografía de una mujer que existió, que no sufrió violencia ni hostilidad alguna, sino que un perverso sistema educativo, por sí solo, fue pernicioso para ella.
El caso me lleva a esta reflexión:
Si, aún viviendo en un entorno favorable, basta una educación inadecuada para perjudicar tanto a quien la recibe… ¿cuánto daño irreparable se ha causado, y se sigue causando, a un incalculable número de mujeres, a lo largo de la Historia y en cualquier lugar del planeta? Y, también, ¿cuántas cualidades desperdiciadas, por torpeza, para el conjunto de la Humanidad?
Desde hace décadas sabemos -o todos deberíamos saber- que los problemas de desigualdad, injusticia o violencia solo es posible resolverlos, por vía educativa.
Educando correctamente, ya desde la cuna, a los niños y jóvenes de ambos sexos.
Con frecuencia oímos comentarios sobre el hecho, incuestionable, de que los resultados no son inmediatos.
Por eso pregunto:
¿cuándo empezamos?
¿dejamos ya de perder tiempo?
¿empezamos ¡ya!?
Añado unos versos del Blowing in the wind de Bob Dylan…
In Memoriam de las mujeres cuyas vidas fueron arrebatadas por unos asesinos a quienes ellas en un tiempo amaron.
“¿cuántas muertes son necesarias para saber que ha muerto demasiada gente?”
Rafael Prats Rivelles
Escritor y Crítico de Arte.
Director de la Revista Tendencias en las Artes y el Diseño.
CONSIDERACIONES ACERCA DE LA PINTURA DE ANA MAYOL
UNA EXPRESION PERSONAL SIN CONCESIONES
Siempre me ha llamado la atención la extraordinaria economía de medios con que Ana Mayol suele resolver sus cuadros. Esta suerte de minimalismo -entendido éste en un sentido amplísimo- es quizá una de las constantes más destacadas de su trabajo artístico; constante que implica una claridad de ideas sorprendente en la actitud de enfrentamiento al lienzo en blanco, sobre el que se lanza con una aparente facilidad, como quien salta al vacío con la certeza de que le van a responder las alas de su imaginación y de su sensibilidad.
No es Ana Mayol precisamente un caso de temor al vacío, como sucede a numerosos pintores que necesitan llenar el cuadro de formas y colores para asegurar su propuesta plástica en una especie de composición bien asentada y fijada. Ana Mayol, por contra, acepta el espacio plástico que le propone el propio lienzo en blanco y, sobre él, traza sus líneas e imprime sus manchas, estableciendo una estructura bien relacionada capaz de no propiciar derrumbamientos.
Me confiesa la autora que su pintura parte de la música. Observo, efectivamente, ciertos rasgos fónicos, cuyo timbre suena en el interior del espectador, produciendo una llamada de atención para sumergirse en una melodía placentera de formas y colores. Pero, en el fondo, creo que la pintura de Ana Mayol arranca en ella misma, sin demasiados intermediarios.
La base formal de la pintura de Ana Mayol se halla contenida en establecer relaciones entre líneas y manchas con el propio cromatismo. Su caligrafía gestual no renuncia a posibilidades de evocación inorgánica, en juego arriesgado que genera un apreciable conjunto de tensiones. Se sitúa así una dinámica que otorga vitalidad al cuadro.
Nos hallamos ante una obra realizada con naturalidad. Ana Mayol trata de enfrentarse al lienzo en blanco cual
tabula rasa, en la medida en que esto sea posible, pues lógicamente cuenta con una personalidad y una memoria que terminan por influir en el resultado final.
No obstante, en buena medida, Ana Mayol más que buscar, encuentra, como el propio Picasso decía que le sucedía con su obra. Y éste resulta ser un claro motivo de su expresividad sin contaminaciones ni prejuicios. Tanto es así que podría decirse que la pintura de Ana Mayol es Ana Mayol. Ella vibra en sus cuadros y sus vibraciones impactan en la sensibilidad del espectador.
Carmen Amoraga
Escritora y Periodista
HOMENAJE
Unos dicen que fue Lord Byron. Otros, que fue Óscar Wilde, y
otros, que fue Mae West. Quien sabe. Cualquiera de ellos pudo decir que cuanto
más conocía al hombre, más amaba a su perro. Cualquiera. Pero si un nombre se
me viene a la cabeza cuando escucho esa frase, no es ninguno de los tres que
acabo de citar. Pienso, siempre, en Ana Mayol. Y quien me esté leyendo en este
momento, sabrá sin duda por qué. Pero por si acaso alguien no lo sabe,
mencionaré tan solo la sensibilidad con la que Ana trata a cualquier ser vivo,
el ser humano incluido.
Amar a los animales es fácil. Basta con observarles un
instante para apreciar que, entre todos los rasgos que les acompañan, no están
las peores características de los humanos. Las envidias, las traiciones, los
rencores, quedan para nosotros. El animal vive sometido a los instintos
naturales de supervivencia y afecto que muchos de nosotros hemos corrompido en
nuestro afán de escalar puestos en la sociedad, de acumular riquezas, cargos,
posesiones. Ana sabe bien lo que eso significa. Por eso reconoce que trata de asumir lo mejor de cada uno de sus
animales. Quienes la conocemos sabemos
que lo ha conseguido.
Ana confiesa que debe parte de su personalidad a los
animales. Quizá por eso es honesta, leal, generosa e independiente. Como los
gatos que conviven con ella, como los que ya no están. Como la perra
Bangla-Desh. Y este libro, es la prueba de que, mientras existan en el mundo
personas como ella, tanto Lord Byron, Óscar Wilde o Mae West hubieran apreciado
un poco más a los seres humanos, por mucho que quisieran a sus perros.
Ana Mayol
Pintora
ANEXO HOMENAJE
Por experiencia, por convivencia con gatos, una perra y
otros gatos más, he llegado a la firme convicción de que el mejor sistema para enseñar consiste
en dar ejemplo y la mejor compañía es la de quien ofrece y toma confianza con
toda naturalidad.
Por eso los considero maestros míos, porque han sido –y
siguen siendo- quienes me han sabido enseñar cualidades de las que los humanos
–en un alarde de soberbia- consideramos “cualidades humanas”.
También, saben cómo ahuyentar la soledad comunicándose con
desparpajo, con insistencia, con gracia… hasta conseguir la confianza
recíproca.
He pretendido, al escribir esto, rendirles mi homenaje sin
paliativos.
Marina Pastor
Licenciada en Filosofía.
Profesora de Estética del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia.
FRENTE AL NUMERO EL COLOR
Lenguaje abstracto matemático derrotado por la propia abstracción, Ana Mayol nos ofrece una confrontación personal con el canon clásico gracias a la fragmentación del cuadro. Cada una de las seis porciones de las que se compone su obra introducen una doble posibilidad, ya que pudiendo funcionar de una manera aislada, favorecen también su integración con las demás, operando como continuidades que hacen que la pared pase a ser una parte integrante de la obra, llevando con esto al extremo la paradoja del concepto de límite.
Si el límite es lo que, en este caso, establece la distinción entre lo considerado arte y lo que no lo es, estará marcado desde los "bordes" del cuadro, desde el bastidor o el marco. Ahora estos contornos se han hecho porosos, han permitido que penetre la pared, que quede integrada en la obra fundiendo el arte con la vida, sin que esta fusión se agote en un "ismo", porque la obra de Ana Mayol no está hecha para las clasificaciones, para la petrificación con una etiqueta. Ella necesita ser vivida, porque el discurrir temporal de su acontecer está tramado, como la tela, por experiencias que se conceptúan en los tonos y los matices del color, en su contraste, que se quedan enmarañadas en su textura.
Oposición al molde, porque cualquier molde escapa a la vida en su más pleno sentido. Son las pulsiones, las emociones las que se recorren en las texturas orientándose hacia el dilema: la pintura se define aquí como "contrapunto" al canon, pero integrándolo en la libre gestualidad de los blancos, destacándose en la conjugación de fuerza y suavidad, de potencia y neutralización de esta potencia manifestada por el azul y el violeta respectivamente.
Por todo esto, la subversión tiene ahora el carácter de convencimiento, de la anulación de la fuerza visual de los modelos que se realiza en la pintura de Ana Mayol levemente, pero con firmeza. Tal vez por ello, el espectador debe "dejarse llevar", igual que ella lo hace cuando pinta, por la música, esa música que se puede oír en el rozamiento entre los colores de sus obras.
Rafael Prats
Rivelles
Periodista, Escritor y Crítico de Arte
TEXTO SUGERIDO POR
LA PINTURA DE ANA MAYOL.
EL EFECTO SORPRESA
INFINITA
Durante toda la Historia del Arte han
convivido los conceptos de figuración y abstracción, pero tuvo que llegar el
siglo XX para que tal situación alcanzara una existencia consciente. Esa
conciencia permitió a las vanguardias pictóricas de la época explorar en nuevas
experiencias plásticas. A estas alturas, el debate todavía continúa y su continuidad
ha conducido a obras tan interesantes como la desarrollada por Ana Mayol.
A poco que se
observen los últimos capítulos de la pintura, se apreciará que tienen lugar,
dentro del marco de la contemporaneidad, posturas de lo más radicales: desde
una suerte de hiperrealismo hasta la abstracción totalmente desligada de
elementos figurativos, la no figuración. Sin embargo, ha habido creadores que,
sin renunciar a elementos representativos, han verificado una abstracción,
orientada a prescindir de los elementos considerados superfluos. Ana Mayol se mueve
en este sentido.
Por eso, quizá, con
frecuencia he tenido que referirme a figuración abstracta o abstracción
figurativa. ¿Cómo definir, en este caso, el trabajo de Ana Mayol? En ocasiones
la identificación con el modelo resulta evidente, mientras que, en otros
momentos, se hace prácticamente imposible su reconocimiento.
Ese ir y venir de
la figuración a la abstracción establece unas posibilidades de libertad del
movimiento que se posicionan en función del estado de ánimo de la autora, la cual
actúa entre unas coordenadas poéticas próximas a la noción lírica.
Ana Mayol no hace
sino interpretar el mundo que le rodea, que le afecta, que le es propio, y con
la interpretación lo convierte en su mundo personal e intransferible, el cual
ofrece generosamente a la contemplación del espectador para que éste lo
interprete según sus posibilidades y, en definitiva, haciéndolo también propio.
Aquí se deja constancia del nivel de ambigüedad de esta pintura, sugerente, sin
intención de subrayar nada; polisémica, capaz de generar diferentes y diferenciadas
lecturas.
Intérprete de
cuanto le rodea, Ana Mayol cuenta con un amplio repertorio (retratos de
personas, de animales –sus queridos gatos, sobre todo-, paisajes reales o más
bien imaginados, paisajes interiores en los que se alojan los sentimientos más
íntimos) y en todo él –en todo ese repertorio- un mismo acento, el de su
autora.
Llegados a este
punto, el lector podrá preguntarse qué es lo que abstrae Ana Mayol en su
pintura. Está, sin duda, en su derecho, en el derecho de plantearse la
cuestión, sobre todo después de haberle interesado en el tema. Pues, bien,
desde mi particular punto de vista diré que la pintora no sólo abstrae formas,
esquematizándolas, manipulándolas, sino que realiza una suerte de sublimación
cromática, consiguiendo a su vez lo que podría denominarse abstracción del mismísimo
color.
El proceso de
trabajo ha de llevarse con unos mínimos de garantía de libertad. Quiere esto
decir que el diálogo con los materiales está permitido; es más, yo diría que
debe ser obligado. Y este diálogo se mantiene en el trascurso de la pintura,
mientras se pinta. Puede tenerse una idea previa –más en la cabeza que plasmada
en un boceto al uso-, pero a la hora de enfrentarse con el lienzo las cosas se manifiestan
y propician un movimiento, producen unas tensiones y otorgan al cuadro, en
definitiva, una cierta vitalidad cierta.
A este respecto,
traigo aquí una reflexión del escritor Enrique Vila Matas, tomada de su libro
París no se acaba nunca (Editorial Anagrama, Barcelona, 2003, pág. 160). Dice
así: “Cuando me preguntan si los textos los tengo organizados en la cabeza
antes de escribirlos o bien se desarrollan sorprendiéndome a mí mismo a medida
que avanzan, siempre contesto que en la redacción siempre se producen sorpresas
infinitas. Y es que por suerte es así, porque la sorpresa, el sesgo repentino,
la frase que se presenta en el momento preciso sin que se sepa de dónde viene,
son el dividendo inesperado, el fantástico empujoncito que mantiene vivo a un
escritor.”
El paralelismo
entre las diversas expresiones artística resulta frecuente. Gillo Dorfles –del
que hace tiempo no tengo no noticia, aunque obviamente, a sus casi noventa
años, es comprensible el cese de su actividad docente y literaria-, cuando
analizaba determinadas estéticas contemporáneas, no se ceñía a la pintura, la
escultura, el dibujo, el grabado, etcétera –las tradicionales artes plásticas-,
sino que ampliaba la relación al diseño, a la danza, a la poesía. Y es que, a
la postre, son ramas del mismo tronco, el tronco de la creatividad.
Ni que decir tiene
que la confesión de Vila-Matas a propósito de su escritura se puede aplicar, en
buena medida, al trabajo pictórico de Ana Mayol, a quien me figuro pintando en
su estudio, aceptando ese “fantástico empujoncito”, beneficiándose del efecto
sorpresa infinita que una abstracción bien entendida puede proporcionar al artista.
Rafa Marí
Escritor y Crítico de Arte.
LOS PODERES DE ANA MAYOL
La pintora valenciana Ana Mayol tiene dos poderes sobresalientes. Al menos dos.
Uno, que pinta muy bien. Así como otros artistas van a menos, ella va a más.
Otro, su enorme poder de convocatoria, como pudo comprobarse el pasado 15 de diciembre cuando inauguró en Burjassot 'En Quadro', una amplia, personal y bonita muestra, al tiempo que se presentaba un libro, 'Pinto y punto', sobre su obra y su trayectoria. La sala de exposiciones de la Casa de la Cultura estuvo de bote en bote.
Ximo Ferrándis
Periodista
UN LARGO PARENTESIS
Ana Mayol es como un poliedro en el que coinciden distintas
pasiones: la pintura, la música, la danza, la literatura, el cine, la
filosofía, la naturaleza… y los animales. Tanto que, probablemente sin saberlo,
en 1991 abrió un largo paréntesis que se prolongaría durante 17 intensos años
para pelear por los derechos de los animales que nos rodean.
Dicen que los humanos acabamos por parecernos a los animales
domésticos, preferiblemente perros y gatos. Y nunca sabemos explicar muy bien
por qué. Pero de lo que no cabe duda es de que resulta muy fácil imaginar a la
artista con sus gatos. Esos que la acompañan en casa y en el estudio, esos que
cuando juegan o se enfadan la llenan de arañazos.
Desde que tengo memoria, cada vez que he conocido a un
artista no puedo evitar un acto reflejo: primero miro sus manos y luego me
recreo en su rostro. Me sorprendió mucho la primera vez que conocí a Ana ver
que su mano y su brazo estaban llenos de arañazos, que su sien era blanca y
lisa como la de un gato y que hablaba de los animales humanizándolos. Y lo
primero que se me ocurrió fue que necesariamente tenía que haber un nexo entre
su sensibilidad como artista y todo lo que la rodea, especialmente si lo que la
envuelve está lleno de vida. Probablemente esa pasión que pone en todas las
cosas fue la que le impidió ver que estaba a punto de consumir tanta energía en
la Sociedad
Valenciana Protectora de Animales y Plantas. Primero como
secretaria, pronto de vicepresidenta y finalmente como presidenta de la SVPAP.
Quien no sepa de la evolución de esta organización, lo
primero que tiene que saber es que pasó de ser una entidad gris a una
asociación moderna, eficiente y modélica para otras muchas organizaciones
similares del resto del Estado. Estos resultados, lo sé por experiencia, sólo
se consiguen mediante un esfuerzo coral. Sin embargo, todo el mundo sabe que
por muy bueno que sea el coro, sin una buena dirección el resultado puede ser
desastroso.
Y aquí volvemos a Ana Mayol, a su capacidad para dar a
conocer un mundo tan próximo como desconocido, el de los animales; a su
entusiasmo para convencer a cualquiera de que un concurso de belleza de
animales callejeros puede ser tan hermoso como un ballet de Tchaikovski; a su
búsqueda de complicidades para perseguir las barbaridades contra el mundo
animal; a sus batallas para convertir la sórdida perrera municipal de Valencia
en una instalación digna y humana…
Cada vez que he visto entrar a Ana por la puerta de la
redacción del periódico he sabido que acabaría por escribir algo sobre gatos,
los derechos de los animales o algún evento destinado a sensibilizar a los
humanos sobre quienes no lo son. Ahora vuelve a estar centrada en su faceta de
artista, si es que alguna vez ha dejado de estarlo. En cualquier caso, si
alguien pregunta por qué caminos ha transitado Ana Mayol en la última década
siempre podrá preguntar a sus gatos. O revisar las hemerotecas. O tropezar con
alguna de sus iniciativas en la protectora.
Rafa Marí
Periodista y
Comentarista de Arte
LA PINTORA ANA MAYOL LEVANTA SU BIOGRAFÍA
Hablemos
de arte. Alfred Taubman, antiguo accionista mayoritario de la casa de subastas
Sotheby’s, asegura que en el desafío comercial de vender “una preciosa pintura de
Degas y una jarra helada de cerveza sin alcohol hay más similitudes de las que
jamás pudimos imaginar”.La táctica comercial, viene a decirnos Taubman,
consiste en crear una marca y luego imponer el producto con técnicas modernas
de mercadotecnia que hasta hace bien poco poseían el rango de ciencia, o poco
menos. Quizá sigan funcionando todavía dichas estrategias, pero a buen seguro
que ahora llevan plomo en las alas. En las subastas de Sotheby’s y Christie’s, las dos más influyentes del mundo, lo
decisivo es ser ‘el postor que triunfa’.
Ganar la puja importa mucho más que la obra subastada y el artista que la
firma. Goya, Sorolla o Francis Bacon pueden tener menos relevancia que el
nombre quality de las citadas salas
subastadoras. Algunas grandes obras alcanzan precios estratosféricos, pero con
frecuencia esas altísimas cotizaciones no tienen demasiado que ver con su verdadero
valor artístico. A menudo, incluso instalaciones mediocres o absurdas,
supuestamente conceptuales, logran una valoración económica de vértigo, como el
cadáver de un tiburón descomponiéndose dentro de una tinaja, obra de Damien
Hisrt adquirida por un banquero multimillonario que desembolsó doce millones de
dólares, o una ramplona chaqueta de cuero usada que se vendió por 690.000
dólares (lo cuenta Don Thompson en ‘El
tiburón de 12 millones de dólares’, Ariel). Para que se vea claro la
frivolidad de algunas reglas generales del arte más cotizado: en las subastas
millonarias, un retrato de mujer atractiva o un niño funcionan mejor que una
anciana o un hombre feo. Una Marilyn
naranja de Warhol consigue un precio veinte veces superior que un Richard Nixon del mismo tamaño. Las
maniobras de venta rozan en ocasiones la manipulación, nacida en los despachos
y motivada por intereses de la élite de las galerías de arte: en 2006, la Tate
Modern de Londres pagó 600.000
libras esterlinas por trece cuadros de Chris Ofili… que
en ese momento era miembro del consejo de administración de la Tate Modern.
Todo quedaba en casa. Se beneficiaba así a un miembro de la nomenclatura
artística y se revalorizaban de paso los propios fondos.
Todos estos delirios y abusos capitalistas en busca
del prestigio y ganancias de museos y salas de subastas manejan las obras de
arte como si fuesen lingotes de oro, es decir como monedas de cambio o símbolos.
Las compran porque su posesión revela poder, no porque les interesen realmente.
No disfrutan estética, espiritual o moralmente con ellas. Las estiman por lo
que tienen de inversión segura y de beneficios rápidos (hasta ahora el mercado
ha funcionado así, ya veremos dentro de unos años). Estos mecanismos
especulativos son los que en buena medida han provocado la Gran Crisis. Pero ese
locoide engranaje publicitario no hubiera podido imponerse de no contar con
nuestra aquiescencia e incluso admiración. Sin nuestra complicidad y aplauso,
la rueda que mueve el carro se hubiera parado hace ya tiempo y habría obligado
a todos a construir una dinámica más decente. El Sistema Súper-financiero se
alimentaba (se alimenta aún) con el papanatismo colectivo. Somos víctimas en
muchas cosas, es cierto, pero del tipo de víctimas que ayuda a nuestros
verdugos culturales. Semejantes delirios siguen produciéndose con frecuencia (y
no sólo en el arte: cuando escribo estas líneas me entero que el Real Madrid ha
fichado al entrenador Mourinho por 120 millones de euros), pero aunque peque de
ingenuo, vuelvo a repetir que ahora estas supercherías ya huelen un poco a
cadaverina, a final de etapa. O revientan ellos, los que construyen castillos
millonarios en el aire (sobre suelo no urbanizable), o reventamos nosotros. Lo
más probable es que, si persisten estas patologías, reventemos todos.
Ana Mayol es otro mundo. Es precisamente el mundo
contrario. No se ha preocupado por crear ‘marca’. Podríamos definir su historia
como ‘el extraño caso de una pintora
oculta’. Hasta hace bien poco muy agazapada tras una biografía que le impedía desarrollar con
energía su faceta de artista. Mujer espontánea, tímida y afectiva, Ana Mayol ha
estado dedicada durante casi dos décadas, con una intensa entrega, a la Sociedad Valenciana
Protectora de Animales, y toda su vida, desde la infancia, al amparo de
cualquier perro o gato que viese abandonado por las calles. Comparto el amor de
Ana por los animales (creo que habría que endurecer las penas contra los
maltratadores de animales, e incluyo en esa categoría el abandono), pero es
evidente que también debemos preocuparnos un poco por nuestra propia vida. Supe
que Ana Mayol también era pintora hará tres o cuatro años (*), no más. Nos veíamos a menudo y la entrevisté varias veces para Las Provincias, pero nuestras
conversaciones, tanto personales como periodísticas, versaban exclusivamente
sobre toros, canarios, felinos, chuchos o tortugas, y nunca sobre el amor, la
amistad, la lealtad o, mucho menos, sobre pintura. Ana Mayol era una mujer entre
bastidores, una persona en ciertos aspectos adversaria de sí misma, quizá
reticente con respecto a sus auténticas posibilidades.
Un buen día me invitó a su estudio para que conociese
“las cosas que pinto”. Me llevé la gran sorpresa. En diversas habitaciones de
su taller de Burjassot vi cuadros figurativos, trabajos académicos de su etapa
de formación pictórica, bodegones, el retrato de su padre. Obras más recientes
ya mostraban a una Ana Mayol que volaba más alto, con incursiones hacia
experimentos de tipo abstracto y arriesgado en los que se intuía una próxima
madurez. Esos cuadros han de ser expuestos, pensé, y juzgados por la gente. El
ocultamiento ha de terminar, pensé. Así se lo dije. Muévete, Ana.
Si daba ese paso, la artista Ana Mayol, e
inevitablemente la Ana Mayol persona, evolucionaría hacia arriba, estaba seguro
de ello, porque las obras tienen una dinámica inexorable: cuando se quedan en
el estudio y no se muestran a nadie, tienden a apagarse y repetirse. Se
amaneran y anquilosan. Una vez salen del taller y se someten al juicio de los
demás, cobran vida e imponen sus exigencias. Y evolucionan, a veces de manera
inesperada. Un cuadro almacenado es como un perro abandonado, aunque necesitan cuidados
distintos. Hay que proteger a los animales y hay que proteger la propia obra
pictórica sacándola del taller. La firma ‘Ana
Mayol’ debía salir a la calle y pugnar por tener un espacio bien delimitado
en el circuito cultural, dejando por el camino, en cualquier contenedor, esa
timidez (tan difícil de erradicar, es cierto) que no nos lleva a ninguna parte.
Tan injusto es que una chaqueta gastada de cuero se
venda por 690.000 dólares como que Ana Mayol tenga sus cuadros guardados
durante lustros o que no se expongan en centros especializados. Lo ha hecho en
alguna ocasión, tampoco quiero exagerar. Por ejemplo, ha expuesto en el Museo
de la Ciudad
(1992) y también en el Institut Valencià de la Dona (1993). Ha pasado mucho tiempo. Más tarde supe
que su obra se expuso en París, con excelente acogida, lo que me parece muy
lógico. Pero todo eso me sabe a poco. Ana Mayol debe ser más conocida. He
tenido el placer de conocer sus singulares y estilizados retratos de 2009, unas
obras estupendas que, sin perder conexión con el informalismo, regresan al
terreno de la figuración mostrando una libertad y una imaginación llenas de
frescura y fuerza expresiva. Esos retratos son bastante mejor que muchas de las
cosas que veo en sitios de gran categoría e influencia mediática. Tengo
entendido que pronto podremos ver sus lienzos en una prestigiosa sala
valenciana. Sería de justicia. Las obras, como las aguas, deben discurrir por
su cauce natural.
Ana Mayol ha salido de la zona de penumbra en que se
movía, sin proyección y oscurecida por las circunstancias, para empezar a levantar
una biografía con nombre propio que le corresponde plenamente. Ya no es
presidenta de la Protectora. Ahora ella es ella, si se me permite la
intencionada redundancia. Ha ganado tiempo para hacer su obra sin agobios, ha
aparcado su cohibición castradora y se ha puesto a luchar por hacerse visible
como artista. Sus cuadros nos ofrecen mucho más de lo que su marca actual
señala. Se ha reinventado a sí misma mediante el procedimiento de no ocultarnos
nada. Todo lo contrario. Frente a las engañifas de las subastas diseñadas
mediante un marketing depredador, Ana
Mayol nos ofrece su renovado afán pictórico, sin alzar la voz pero con
decisión, poniéndole ganas y haciendo de una vez y con entusiasmo aquello que
ya debería haber hecho desde su primera juventud: pintar, pintar y pintar.
Primero pintar, que es lo suyo. Y luego, todo lo demás.
Ana Mayol
Pintora
RELATOS
Era una práctica habitual, entre mis compañeros de clase,
copiar cuadros de pintores clásicos para obtener conocimientos técnicos.
Yo nunca lo hice por carecer de la paciencia suficiente e
intentaba aprender algo, de esas grandes obras, observándolas detenidamente.
Por eso nunca he copiado un cuadro y, además, tampoco he
tratado de imitar a otros pintores, por pura lógica: no imitaba a los que más
me interesaban por considerarlos inimitables y creer que sólo ellos -con sus respectivas
personalidades- podían pintar así. Y a los que no me interesaban… ¿para qué iba
a querer imitarlos?
Cuando terminé el último curso en la Escuela Superior
de Bellas Artes de San Carlos, me percaté de lo negativo de mi situación: los
conocimientos técnicos adquiridos eran muy inferiores a los que yo, al iniciar
los estudios, esperaba obtener y, por otra parte, estaba desorientada.
Desorientación sobre cómo encontrar mi camino o, al menos, sobre qué hacer para
tratar de encontrarlo.
Afortunadamente yo "tenia un pasado"… nunca había
dejado de identificarme con lo que pinté a muy temprana edad, así que en esas
pequeñas obras me busqué y comprobé que, efectivamente, seguía estando ahí. Y,
más que coger de la mano a aquella niña, la ya Profesora de Dibujo y Pintura se
agarró fuertemente a ella. Era imprescindible recuperar a la niña que aún
seguía dentro pero que, unos cursos de Arquitectura más todos los de Bellas
Artes, habían ido disfrazando de persona mayor.
Confieso que, durante un tiempo, casi, casi tuve la incómoda
sensación de estar aprovechándome de una niña de 2 años, de estar haciendo uso
de lo que ella sabía, ya entonces, y yo había tardado cerca de veinte años en
descubrir.
Digamos que encontré la paz cuando asimilé, por completo,
que éramos la misma persona, Es más: no la estaba plagiando sino empezando,
¡por fin!, a desarrollar su incipiente lenguaje sin limitaciones propias de la
niñez.
Rafael Prats Rivelles
Escritor y Crítico de Arte.
Director de la Revista Tendencias en las Artes y el Diseño.
QUE VUELVA EL SAQUITO DEL PAN
Desde la terraza del apartamento veo los amaneceres mediterráneos, tan puntuales y concretos que diríase hechos a nuestra medida. Nada que ver con los ocasos atlánticos, sobre todo observados en Finisterre; ocasos ralentizados en un océano inmenso, más inmenso -al menos- que nuestro mar. Hasta la línea del horizonte parece allí más lejana, como si le costara cumplir con su función delimitadora.
Ha amanecido hace un par de horas, tiempo que he dedicado a concluir un texto sobre la pintura de Ana Mayol, recientemente premiada por la Federación de Asociaciones de Vecinos. El premio se lo han dado por ser pintora. Lo digo porque ella también practica su amor a los animales. En su estudio alberga una familia numerosa de gatos, todos ellos con nombres de grandes artistas.
He bajado a comprar el pan y el periódico. Era la primera faena del día de Francisco Umbral. El pan va envuelto en una bolsa de papel. Hace poco te lo vendían envuelto en una bolsa de plástico e, incluso ahora, sigue habiendo hornos que insisten en ello.
Carlos Sentí Esteve
Crítico de Arte y Escritor.
COMENTARIO PARA EL CATALOGO DE LA EXPOSCION EN EL MUSEO BENJAMIN PALENCIA
Desfilando frente al muro donde se sostienen los cuadros de Ana Mayol -muestras de lo cosechado en unos tres años-, se experimenta una emoción más plástica que humana, que, quizás por eso mismo, llega con la voz más sugerente y la cochura más fina hasta nuestra humanidad de espectadores.
Todo, en el arte de esta pintora, es investigación y esfuerzo por tomar parte eficaz en ese parpadeo de estrellas con que, determinado género de personas, tratan de romper la incomunicación en la que vivimos inmersos, de comprender, profundamente la esencia de las cosas.
Bodegones, figuras, paisajes. Y, en todo ello, una norma en la que mandan las manchas de color, sumergiéndonos en cromática musicalidad, en una armonía que se sostiene con disciplina en cada cuadro y cambia bruscamente de sentido en el rectángulo siguiente.
Amarillos, violetas, ocres, sienas, sombras tostadas v ese misterioso y desconocido color carne, que en cada momento se nos sugiere por un manantial distinto, conforman las sabias e inefables manchas humanizadas de la presente colección.
Ana Mayol
Pintora
DECLARACIONES Y OPINIONES
Podría redactar esa especie de base filosófica de la que
parte mi pintura, desmenuzando mis criterios, mis conceptos y mis intenciones,
pero voy a resumir por que no lo hago, confesando que prefiero dedicar mi
tiempo a pintar.
Sé el porqué pinto así y no de otra forma, actitud que
considero suficientemente sólida para poder seguir avanzando.
No obstante si alguien, interesado en mi obra, estuviera
dispuesto a analizarla en profundidad, obtendría -sin duda- las raíces que la
hacen brotar y crecer.
Creo pintar sin contaminaciones, ni demasiadas influencias.
Tengo, como todo artista o ser humano, mis limitaciones, pero no hago
concesiones ni mucho menos me someto a modas. Vivo inmersa en el mundo actual y
con eso me basta. No pretendo, ni me interesa pertenecer a ningún
"ismo".
Debo seguir la metodología actual, la utilizada hasta ahora,
para mantener la autenticidad. Continuar evolucionando y expresándome con
libertad, con lo que mi obra evolucionará paralelamente.
Hace un tiempo me preocupaba -ahora ya no- que mis cuadros,
tan abiertos, tan directos, que no ocultan nada ni fingen, fueran observados
por gente frívola y superficial o por teóricos obsesos, porque probablemente no
encontrarán lo que buscan. Unos porque ni saben qué buscar y otros por no
buscar con acierto. Quizá busquen técnicas concretas, teorías o ismos
conocidos, virtuosismos ya rancios o vanguardias más o menos puestas al día…
por eso no todos encuentran la razón de ser de mi obra.
Mi técnica, mi teoría, o mis
posibles habilidades están ahí, pero al servicio de mi intención, de mi
voluntad. Como algo necesario pero no suficiente. Opino que la técnica, la
teoría y la mayor o menor habilidad y experiencia, aún siendo necesarias,
incluso sumadas, no son suficiente.
Me identifico plenamente con mi
obra. Me reconozco viéndola y observo o confirmo que me estoy pintando a mí
misma. Me veo en mis cuadros. Me asomo entre las pinceladas. Soy yo en las
pinceladas y a la vez puedo subir a ellas. Grito sobre los amarillos, me quedo
en los verdes y me baño en los rojos. Observo en los azules, asciendo y me
deslizo por los grafismos. Y me escondo cuando el peligro acecha. Es mi vida y
está ahí.
Detrás de la pintura -de la
parte matérica- está la muerte. Es el
final de la vida, no otra cosa, ¡tan pegada a ella y tan inversa!. Podría
decirse que la muerte está en ese lienzo sin pintar y la vida está en las
pinceladas. No existiría esa tensión vital sin ese fondo mudo y sugerente que
rodea las pinceladas, los colores que viven sobre un fondo que se hace patente,
que está ahí, aunque no diga nada… como la muerte. Es una pugna entre ambas. Es
el intento y la lucha de una por permanecer un poco más contra, o sobre, la
angustiosa certeza de la otra.
Estoy interesada en la
humanización de los seres humanos y amo el concepto vida tanto como desprecio a
quien sólo tiene capacidad para destruirla.
Mi obra no es más débil; pero
sí más vulnerable que la pintura que parte de planteamientos puramente
teóricos. Junto a ese tipo de obras, tiene aspecto de un humano entre máquinas,
porque mi pintura es vital, soy yo. En mis cuadros no está todo resuelto. En la
vida, tampoco. Hay en ellos grandes decisiones, momentos trascendentales y
también temores, luchas, intimismos, extroversiones, alegría de sentirse vivo y
ese punto de amenaza trágica.
La Vida es "algo"
intemporal y el lenguaje, consciente o inconscientemente, se adecua a la
intención y creo firmemente que, a un contenido tan profundo, corresponde un
lenguaje auténtico. Algo tan complejo, irregular, variable y apasionante debe
expresarse retando al tema, en forma de tragedia y de alegría… me resulta
necesario filtrar en el lienzo todo el aporte cultural que proporciona ese
pájaro que acaba de pasar volando, reteniendo su ritmo, su elegancia, su
majestuosa brutalidad; pero sin disecar al pájaro, sin tocarlo, sin manchar su
mensaje, sin detenerlo para observarlo mejor, ni detenerme... para no darle una
lectura superflua.
Obviamente no me resultaría de
ninguna utilidad recurrir al frío planteamiento previo, ni al alarde técnico.
Yo no puedo corregir… porque la vida pasa, no se repite.
Mis cuadros han de ser bellos porque el concepto vida es muy bello. Sólo
por eso.
COMENTARIO
A veces, con frecuencia, dejo en libertad a los colores,
para que vivan su vida y se relacionen con los demás, pero…"en tanto en
cuanto" su comportamiento coincida con mi intención, sólo si me siento
reflejada en sus vidas.
Yo decido, pues, dónde termina su libertad de movimientos…y
todo lo demás, de lo que ocurre en mis cuadros.
Escuchando a los colores, también aprendo a pintar.
Aprendí de mi padre y luego he seguido aprendiendo de los
músicos, del teatro, de los gatos, de las plantas, de la buena gente… se puede
aprender a pintar de muchas formas y partiendo de los más diversos puntos.
Lo que me interesa es seguir aprendiendo y mantenerme
convencida de saber poco.
COMENTARIO 2
Ando descalza por un camino artístico que es de tierra.
Por él paseo unas veces, y otras correteo, salto, bailo o me
detengo…
Es mi particular forma de ver la Música y escuchar el color
y es el sistema que utilizo para no perderme, para no flotar.
Así he podido llegar a querer tanto al color rojo, sentir la
insustituible compañía del color verde. Así puedo ya dialogar con según qué
azul, en función del rol que le corresponda en cada momento. Así juego con el
simpático amarillo que, con su buen humor, intenta amedrentarme y sólo consigue
alegrarme la sesión, o atiendo a un Pepito Grillo violeta, a veces… o quizá
negro ¿por qué no?
También puedo pedirles, a todos ellos, que bajen la voz,
para poder escuchar lo que las gamas grises quieran decirme o puedo mirar y oír
la materia natural del camino y escuchar todos los matices de su tierra.
A veces, para escucharlos bien, tengo que arrodillarme y
así, desde tan cerca, poder prestarles toda la atención que yo creo que
merecen.
Francisco Agramunt Lacruz
De la Real Academia de Bellas Artes de Córdoba.
De la Asociación Española de Críticos de Arte.
COMENTARIO PARA EL CATALOGO DE LA EXPOSCION EN EL MUSEO BENJAMIN PALENCIA
Creo con toda sinceridad que el mundo pictórico de Ana Mayol Ballester es original y propio, por cuanto supone un reflejo intimista de su propia personalidad. Rara vez se produce una coincidencia tan manifiesta y lograda entre una sensibilidad femenina tan exquisita con un racionalismo tan firme en su objetividad.
Después de haber recorrido diversos caminos estéticos, la reflexión sobre su propio carácter y sobre sus vivencias personales ha cristalizado en la apertura de su propia vía artística en la que concilia una evidente deformación expresionista y un ordenado rigor cubistizante. Destaca en la personalidad de Ana Mayol una exuberante fantasía creadora, controlada, sin embargo, por un estricto sentido del orden compositivo. Adopta una postura claramente expresionista, para luego abstraer las figuras y las cosas en pura geometría de masas y volúmenes. En otras ocasiones, por el contrario, la complacencia en el sobrio rigor compositivo no le impide subrayar el valor expresivo de las formas.
Lo mejor de la pintura de Ana Mayol es su formidable capacidad de ternura para la sátira. En la pintura expresionista actual se ha prodigado la violencia satírica incluso con ensañamiento; en la pintura de Ana Mayol, en cambio, se produce el fenómeno piadoso y excepcionalmente cualitativo de la dispersión. Plasma una humanidad prepotente con feroz formulación caricaturesca. En ella el individuo forma un bloque compacto con los demás, integrándose en una cadena de cabezas soldadas, que tienen tanto de coro acorde como de muro contestatario.
Ana Mayol ha llegado a esta pintura desde varias actitudes de búsqueda, dudas y planteamientos, como debe ser para quien sienta la vocación y la inquietud artística. En cualquier caso lo importante de esta joven pintora es que, pese al carácter escatológico de algunas de sus obras, existe una gran dosis lírica y poética, prueba inequívoca de una fina sensibilidad empeñada en rescatar la belleza allí donde se encuentre.
Inmaculada Albir Dominguis
Licenciada en Psicología
Titulada en Grafología y Pericias
Caligráficas
ANA MAYOL. SU PERSONALIDAD SEGÚN SU ESCRITURA
Ana es una
persona muy inteligente, sensible y espontánea. Le gusta mucho reflexionar e
interiorizar en temas transcendentales y profundos. Por otra parte, cuando se
trata de asuntos livianos, algunas veces prefiere abordarlos sin pensar, como si
buscara el estímulo de la sorpresa.
Su sensibilidad la demuestra en sus obras y
en sus actos. También su espontaneidad, así como su forma de ser diferente a la
mayoría. Se siente satisfecha siendo ella
misma.
Su agilidad mental la mantiene activa y
siempre con objetivos pendientes de
realización.
Se puede mostrar algo desorganizada pero, para
ella, ese es su orden.
Se muestra sociable y abierta con la gente y,
en el fondo, es algo tímida. Quizá sea la necesidad de ser escuchada, como
premisa para poder cumplir sus objetivos, lo que la haga vencer esa timidez.
A veces se puede mostrar tenaz y porfiada, si
está convencida de tener razón sobre algún asunto o punto de vista, defendiendo
al máximo sus argumentos en un intento de convencer a quienes planteen
opiniones discrepantes.
Tiene capacidad para dirigir a la gente. En
el trabajo en equipo puede convertirse en un elemento fundamental de
dinamización del grupo.
Se muestra respetuosa con la gente y sabe
ayudar a los demás cuando lo necesitan.
Es una persona vital, que infunde ánimo para
realizar trabajos, por lo que se podría calificar, no de enérgica sino de “energética”.
Esta característica repercute en cualquier aspecto de su vida, tanto
en positivo como en negativo. Dicho de otro modo: su energía puede proporcionarle
vitalidad y fuerza para conseguir sus propósitos, pero esa misma energía -por
su potencia- en caso de estar mal canalizada, desde una actitud negativa de
contención y frustración, llegarían a perjudicar su salud.
Su carácter complejo hace que muchos
interpreten como imprevisible su forma de actuar.
Puede parecer algo áspera y distante con la
gente, pero esta apariencia es debida a que su agilidad mental suele mantenerla
pensando en varias cosas a la vez, lo que le impide, en ocasiones, percatarse
del entorno y prestar toda su atención a quien tiene alrededor.
Ramón Puig Benlloch
Catedrático de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia.
Profesor de Colorido en la UPV.
PRESENTACION DEL CATALOGO DE LA EXPOSCION EN EL MUSEO BENJAMIN PALENCIA
Presentar a unos artistas, en este caso dos pintores, a unos espectadores aficionados al Arte, en un país como el nuestro tan exigente en esta materia y manifestación cultural, debido a la gran tradición heredada del pasado y hermoso presente, en que los hijos de esta gran Nación, que es España, siempre dieron ejemplo y nota mas alta en el panorama del Arte Universal, es una tarea difícil, y mucho más si el que lo hace no es un hombre de letras, avezado a expresar sus pensamientos, razonamientos y conclusiones sobre algo tan problemático e importante como es el Arte.
El que se dirige a vosotros a través de este escrito es simplemente otro pintor, un hombre dedicado por entero al bello quehacer del mundo de la plástica, y -como decía un gran maestro que tuve en mis años mozos-: "el artista debe expresarse con los pinceles".
Mas... me veo obligado a hacer esto de hablar de Periche y Ana Mayol, de su obra, de su arte y de sus inquietudes artísticas, por no poderme negar a la petición que me hicieron, y que como Profesor que fui de ellos en la Facultad de Bellas Artes de Valencia, en la asignatura de "Colorido". Les conozco bien y sé mucho del camino que recorrieron desde el primer día en que se plantearon aquello de... "Ser o no ser... artistas" y encontrar su camino en la vida y en este maravilloso mundo que es la pintura.
Decía un gran amigo mío, -no importa su dedicación, ni la manifestación estética a que se dedicaba-, en una charla que le escuché un día ante un gran público: que era el hombre mas feliz de la tierra, aunque había tenido que renunciar a todo, para dedicarse por entero y para siempre a aquello que más amaba y deseaba en la vida, que era su profesión.
Esta entrega, esta dedicación absoluta, esta renuncia sin limites, tratando de mejorar día a día y depurarse a sí mismo a través de nuestro quehacer diario, es según yo creo la única forma de realizarse plenamente y andar por el mundo dando lo mejor de nosotros mismos a los demás, a pesar de que para lograrlo tengamos que dejarnos en el camino, lo mejor de nosotros mismos y a costa de los mayores sacrificios, renunciando a las comodidades, complacencias y bienestar.
Ana Mayol y Periche, una pareja unida totalmente, pues comparten el amor humano y el amor al arte, son el ejemplo de aquellos que les conocen, porque además, a través de una Escuela de Arte que fundaron en su día en la bella localidad de Burjassot (Valencia), se entregan a una nueva juventud ansiosa de conocimiento, formándoles, orientándoles y atendiendo sus necesidades espirituales y plásticas.
De su obra ya hablaron antes que yo críticos de arte, comentaristas de radiodifusión y hombres de letras, y todo lo que de ellos dijeron es positivo.
Para mí, se encuentran ambos en un momento muy hermoso pictóricamente, bello, exuberante y pletórico de plasticidad, en el que el sentido cromático del colores de una riqueza extraordinaria, y en el que la masa y la forma es tratada con una gran sapiencia para ordenar y componer la superficie del soporte, apoyado todo con la línea o dibujo que les ayuda a crear esos bellos ritmos compositivos que posee su obra, no puedo olvidar la gran calidad de sus telas, con esa preocupación que logran plenamente cuando se plantean el mundo de la textura y la materia.
No soy yo quien, para enclavarles dentro de un estilo, línea plástica o trayectoria estética; pero sí afirmaré aquí para terminar:
Que Ana Mayol y Periche, consiguieron en muy pocos años, después de terminar sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de Valencia, una dicción pictórica muy personal, unos valores plásticos extraordinarios en su obra y sobre todo una riqueza cromática en su paleta, que les entronca indudablemente entre los grandes maestros del color del pasado y del presente. Y no olvidemos, señores, que la pintura es color siempre y por encima de cualquier otra cosa o planteamiento pictórico, y que el dominio del color, en sus apartados de valor y tono, matiz y saturación, complementaridad entre ellos, armonía y contraste, son el eje principal de la labor de un pintor.
Si añadimos a todo esto, la gran sensibilidad de ambos y ese gran sentido de la creatividad que ambos poseen para trasladar al lienzo sus propias inquietudes, sentimientos, amor a la vida y mensaje personal, testimonio de sí mismo, habremos llegado a la conclusión final que yo me planteo ante su obra y ante ellos mismos, -pues nunca me gusta olvidarme del hombre, del hombre-artista-,
Ana Mayol y Periche no son ya una promesa para el futuro, son una realidad plástica muy positiva del presente, y dos más entre esta gran familia de los plásticos, con los que hay que contar desde hoy, y de los que espero grandes éxitos y así se lo deseo, para que les sea compensado en parte su gran esfuerzo y entrega al arte, que también es mi mundo.
Ana Mayol
Pintora
DECLARACIONES Y OPINIONES (2)
Creo que pensar es una actividad que puede resultar
agradable, satisfactoria, divertida, lúdica o, como mínimo, estimulante, por lo
que materias como la
Filosofía, las Matemáticas y las Ciencias siempre me han
atraído.
La verdad es que siempre acaba por interesarme y atraerme
más aquello que trasciende, que me da pié para pensar o que genera, en mí,
sentimientos tan profundos y sensaciones tan densas que necesitan expandirse y,
al hacerlo, llenan y llegan a todos los rincones de mi cerebro, produciéndome
una sensación tan difícil de describir como intensa y placentera.
Para poder pintar necesito reunir motivación y
concentración. Cuando hay motivación, me resulta fácil concentrarme, así que
intento atender a mis dos fuentes de motivación, no únicas pero sí
principales, que son: las Artes
-cualquiera de ellas- y la
Naturaleza a la que, por su enorme belleza y exuberancia,
considero también Arte. Una obra de Arte inconmensurable cuya grandeza me
provoca fuertes emociones, desde sentirme parte de ella hasta una admiración
tal, que me llevó a una conclusión, decisiva: la Naturaleza no es
"copiable".
Su grandiosidad, su complejidad y potencia vital exceden los
límites de lo que pueda ser representado, así que me limito a recoger sus
potentes sugerencias, intento captar su mensaje vital e interpreto el estado de
ánimo que me provoca. Mis paisajes son pues la materialización de estados de
ánimo provocados por fragmentos de Naturaleza. Me he referido a fuentes de
motivación, concepto que hay que diferenciar de "modelo" o
"tema". Dicho de forma directa: lo que me motiva no es lo que,
después, vaya a ser representado o interpretado.
En el momento de pintar, es decir, de materializar mis
estados anímicos, para que sean impelidos con fluidez, suelo recurrir al apoyo
de la Música,
sencillamente porque Ella me ayuda a ser más yo, me limpia de interferencias y
refuerza mi autenticidad.
A pesar de mi permeabilidad a cualquiera de las ramas del
Arte, es obvio que sólo puedo valerme de una de ellas mientras estoy pintando: la Música, aunque también es posible que sea esta la que
más me enriquece, engrandece mis pensamientos y me genera emociones más
profundas y humanas. Y yo estoy
interesada en llegar a ser lo más humana posible.